Les dejo otro cuentito
Aquellas aguas
congeladas
La nieve se derretía con rapidez
a causa de la abrupta salida del Sol. Los caminos eran ahora visibles y la
hierba pronto abandonó las tonalidades blancas y plateadas para tornarse
marrones y verdes nuevamente. Miré a mí alrededor con curiosidad, intentando
recordar qué era lo que hacía allí, pero mi mente parecía completamente vacía.
A pesar de un agobiante sentimiento de desesperación que amenazó con apoderarse
de mí, decidí no darle demasiada importancia y continué con mi camino; las
piedras se encontraban resbaladizas por lo que avancé con precaución. Y ahí
estaba. Era apenas un charco, su superficie no era lo suficientemente grande
como para considerarlo un lago, pero aun así se hacía notar en aquel paisaje
aplastado y brillante. La luz del Sol lo hacía resplandecer, y pequeños
destellos abandonaban sus aguas como leves suspiros de luz.
Mis dedos se dirigieron hacia la
pequeña fuente de agua sin que se los ordenara y se regodearon al tocar su
frialdad. Hasta hacía poco todo había estado cubierto de hielo, pero eso no me
molestó en absoluto. Bajé la vista y descubrí que mi cuerpo apenas se
encontraba cubierto por un fino vestido de seda blanca, y aunque podía observar
el ondulante movimiento de la tela al ser arremolinada por la brisa, mi piel
parecía ser inmune al tacto. Coloqué un pie dentro del agua y corroboré mi
teoría ya que no logré sentir nada. Ahora mi cuerpo parecía controlarse por sí
solo ya que continuó descendiendo en dirección al agua hasta quedar casi cubierta
por ésta.
Y sin siquiera notarlo, ya aquel
líquido escurridizo me llegaba hasta la coronilla; podía ver el fondo con
claridad aunque todavía no había llegado a la parte más profunda. Mis cabellos
bailoteaban alrededor de mi rostro, murmurando palabras incomprendidas, y continué.
El Sol era apenas un punto brillante de luz en lo alto, recordándome que fuera,
el mundo continuaba sin mí. Antes de que pudiera percibir la falta de oxígeno,
ya era demasiado tarde, y no había forma de volver a tiempo, solté todo el aire
que había estado conteniendo e inspiré una dulce bocanada de agua fresca, pues
en el fondo era donde debía yacer.
Fuera la tranquilidad reinaba
sobre aquel paisaje congelado. Con cada segundo que transcurría, otro
centímetro de verde se descubría, y luego de lo que pareció un millón de años,
las burbujas se dispersaron sobre aquel charco. Y sin que nadie siquiera lo
notara, su vida se apagó débilmente, dejando un rastro imperceptible de lo que
alguna vez fue, enterrado bajo las heladas aguas de aquel lugar perdido. Y el
mundo continuó con su curso de eventos terribles y desafortunados, ignorando
las singularidades y culpando a las masas.
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